Fascismo y populismo, de Antonio Scurati

Junio 2025

Julio Castillo López

La Nación

Antonio Scurati (Nápoles, 1969) es un escritor y profesor italiano conocido internacionalmente por su monumental trabajo sobre Benito Mussolini, particularmente la saga de novelas históricas que comienza con M. El hijo del siglo, galardonada con el Premio Strega. Catedrático de literatura contemporánea en la Universidad IULM de Milán, Scurati ha enfocado buena parte de su obra en analizar los mecanismos ideológicos, retóricos y afectivos del fascismo. En Fascismo y populismo (Debate, 2024), Scurati deja la novela para ofrecer un ensayo lúcido y demoledor que, si bien se centra en el caso italiano, interpela a toda sociedad que esté congeniando con el autoritarismo bajo la máscara del “pueblo”.

El autor parte de una distinción tajante pero matizada: el fascismo no es un fenómeno muerto. No lo es porque sigue latiendo, no como ideología estructurada, sino como forma de mentalidad, como impulso afectivo y como lógica política que se disfraza con nuevas palabras. El populismo, argumenta Scurati, es uno de los avatares modernos del fascismo. No su repetición exacta, sino su “reencarnación espectral”, más burda pero no menos peligrosa. Menos violenta, pero más engañosa.

El núcleo de su tesis se basa en una advertencia: los populistas de hoy apelan al mismo recurso que los fascistas del siglo XX —la emoción antes que la razón, la simplificación del conflicto político a la dicotomía amigo/enemigo, la exaltación del líder como encarnación de una voluntad popular homogénea y acrítica—, pero lo hacen con una envoltura democrática. Scurati estudia algunas figuras actuales y muestra cómo el nacionalismo identitario, la nostalgia de razas o países míticos, la demonización de los medios y de las élites, y el desprecio por las instituciones, son parte de un mismo patrón ya conocido.

El libro es breve, pero es valioso porque no cae en el alarmismo fácil ni en la comparación simplista. El autor no dice que los populistas sean literalmente fascistas. Su argumento es más profundo: son herederos involuntarios (o cínicos) de una lógica que renace cuando se deslegitima la razón crítica, cuando se reescribe la historia para volverla mitología nacional, cuando se sustituye el pluralismo por la obediencia.

En parte, el texto se justifica en el olvido de una generación que ya no vivió el fascismo europeo, pero que en el actual populismo encuentra rasgos centrales: la personalización autoritaria (yo soy el pueblo), la revolución lingüística (frases cortas, simples y memorables), la controversia antiparlamentaria (el ataque a los otros poderes), el líder como carismático y la política del miedo (apelar a los temores y gobernar en el espectáculo). Otro factor importante es la simplificación de la vida moderna: “todo problema puede traducirse en un único problema y es un enemigo… un enemigo al que se le puede eliminar y se resuelve. Toda la vida política, releída desde esta perspectiva, se reduce al hecho de tener un enemigo al que temer y odiar, porque también es importante saber convertir el temor en odio”.

Con una prosa elegante, precisa y con la autoridad de quien ha escudriñado los archivos del fascismo desde adentro, este libro cumple una función urgente: despertar a las democracias dormidas que no saben que ya están en peligro.

En tiempos donde el “pueblo” es invocado para justificar desde la censura hasta el desmantelamiento de los contrapesos institucionales, Fascismo y populismo es más que un ensayo: es una advertencia a los que aún creen que el pasado no puede volver o como dice el mismo autor: la historia nunca se escribe de una vez por todas, la historia es siempre la lucha por la historia.

Como conclusión dice claramente que “debemos retomar la lucha por la democracia, volver a ser parte activa de esa historia que coincide a lo largo de su recorrido con la lucha por alcanzarla. Lucha cotidiana, interminable, inexhausta”.

 

Julio Castillo López es Presidente de la Fundación Rafael Preciado Hernández.

X: @JulioCastilloL

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