El poder desmedido
Fernando Rodríguez Doval
Diciembre 2025
Julio Castillo López
Hay libros que llegan para explicar lo que intuíamos, pero no sabíamos articular. Hay otros que llegan para sacudirnos. El poder desmedido pertenece a la segunda categoría. Fernando Rodríguez Doval, con la serenidad del académico y la precisión del militante democrático, entrega un diagnóstico que es también denuncia: la democracia mexicana fue desmantelada sin gritos, sin tanques, sin épica revolucionaria… fue desarmada pieza por pieza, como quien desarma una casa empezando por los tornillos.
La contundencia del libro radica en que no se regodea en la nostalgia ni en el lamento; se atreve a nombrar lo que tantos han preferido maquillar: en México se ha construido un nuevo régimen autoritario, uno que aprendió la simulación democrática lo suficiente para usarla como herramienta de demolición.
Rodríguez Doval escribe desde un lugar incómodo —el de quien ama y se dedica a la política, pero reconoce su degradación— y lo hace con una claridad que incomoda porque obliga a mirar lo evidente. Al repasar la transición mexicana, rescata lo que muchos han denigrado por moda o por consigna: un periodo imperfecto, sí, pero democrático; frágil, sí, pero real. Ese tiempo en que “el poder ya no estaba concentrado en unas solas manos, sino que existía la separación e independencia entre los poderes”, como recuerda el propio autor.
El libro arranca en los orígenes del régimen posrevolucionario y desemboca en la actualidad con un hilo conductor nítido: el poder en México, cuando no encuentra límites, se expande como un gas, ocupa todos los espacios, sofoca todo lo que no le es útil. Nada más mexicano —y nada más peligroso— que la tentación del presidencialismo absoluto. El país, nos recuerda el autor, ya vivió esto. La originalidad del obradorismo no está en sus ideas, sino en su eficacia para reciclar inercias autoritarias y maquillarlas de épica popular.
Uno de los méritos principales del libro es que no cae en la caricatura. Aquí no hay insultos, sino profundidad conceptual: la militarización, el debilitamiento del INE, la captura del discurso público, la corrosión del pluralismo, la persecución del disenso… no son ocurrencias aisladas, sino engranes articulados de un proyecto de hegemonía. Por eso el autor puede afirmar, sin sobresalto y sin estridencias, que “hoy volvemos a tener un régimen político que niega la pluralidad, concentra el poder y dificulta el ejercicio de las libertades democráticas más elementales”.
Lo dice con una frialdad quirúrgica, como quien lee un diagnóstico médico. Pero el paciente es México.
Quizá donde el libro alcanza su madurez es en el último capítulo, cuando Rodríguez Doval habla no sólo del derrumbe, sino de la reconstrucción. Es fácil denunciar, difícil proponer. La democracia mexicana, escribe, necesitará una segunda transición, distinta a la primera, probablemente más compleja y sin la inocencia de entonces. Nadie saldrá indemne: partidos, sociedad civil, instituciones, ciudadanía. No existe salida sin asumir costos, sin renunciar a comodidades, sin construir —otra vez— una victoria cultural, como recordaba Castillo Peraza en los años luminosos de la construcción democrática.
El libro es combativo sin ser estridente. Y ahí radica su fuerza. No busca destruir reputaciones, sino recuperar categorías: libertad, Estado de derecho, contrapesos, pluralismo, responsabilidad republicana. En un país acostumbrado a llamar “transformación” a cualquier capricho del poder, Rodríguez Doval reclama el derecho a usar las palabras con rigor. Ese solo gesto —nombrar con precisión— es hoy un acto de resistencia.
El poder desmedido no es un panfleto opositor, ni un tratado académico, ni un diario de agravios. Es una pieza necesaria de pedagogía política. Es la bitácora de naufragio de una democracia que fue real, que fue nuestra, que ya no es democracia y que puede volver a serlo. Pero también es memoria de algo más profundo: no se enfrenta a un autoritarismo sin una cultura democrática que le haga contrapeso.
Fernando lo dice con una calma que debería inquietarnos: la democracia nunca llega para quedarse; siempre está a prueba, siempre está amenazada, siempre necesita quien la defienda.
En tiempos donde la política se ha vuelto espectáculo y la mentira deporte nacional, esta obra nos recuerda una verdad incómoda: la libertad no se hereda, se conquista todos los días. Y hoy, más que nunca, México está llamado a ponerse de pie.
Conozco a Fernando desde que estudiamos la primaria con los maristas en la Ciudad de México, su calidad como académico y como escritor es reconocida dentro y fuera de México, pero su calidad humana es todavía mayor. Leerlo es conversar con él y disfrutar su inteligencia, su cultura y su amor por México.
Julio Castillo López es Presidente de la Fundación Rafael Preciado Hernández.
X: @JulioCastilloL