El enfermizo grito: “¡fue Calderón!”
Diciembre 2025
Juan Antonio García Villa
Desde el inicio de su gobierno, López Obrador adoptó como estrategia culpar de todo lo malo que sucedía en el país al ex presidente Felipe Calderón. Aunque ya había pasado un sexenio desde que éste había concluido el suyo, es probable que muchos hayan creído tal versión. Pero cuando el señalamiento se volvió un reiterado estribillo empezaron a surgir dudas. Entre otras: ¿por qué culpar a Calderón y no a Peña Nieto, su inmediato antecesor?
Después de cientos, quizá miles de veces de estar mencionándolo, el pretexto ya suena hueco, falso, y por ello descartable. Los ciudadanos más lúcidos y libres de prejuicios lo vieron como una facilona y cómoda explicación para justificar errores y tropiezos. De la duda se pasó al rechazo y del rechazo a la chunga.
En ese nivel está hoy esa estrategia barata de AMLO, adoptada por su sucesora: en el plano de la burla y del choteo. En días pasados oí a alguien comentar lo siguiente: “Más que estrategia de López Obrador, ya es en realidad algo enfermizo”.
¿Una enfermedad? ¡Exacto! Eso es. Porque no puede tener una explicación lógica, medianamente sensata, sino que se trata de una enfermedad. ¿Cuál? La que padece López Obrador por su personalidad atormentada, producida por sus grandes complejos y profundos resentimientos, que riñen con su arrogancia y su soberbia. El choque debe ser tremendo. Veamos:
¿Qué es lo peor que en la vida le ha ocurrido a López Obrador? Sin duda, haber perdido la elección presidencial de 2006, cuando al inicio de la campaña política iba en las preferencias electorales al menos 10 puntos arriba de su más cercano competidor. Pero sus errores y torpezas (la expresión es de un ex colaborador suyo) lo hicieron perder. Dos, entre otros errores: haber desdeñado participar en el primer debate y centralizado en él mismo la operación de defensa del voto en las casillas, que derivó en un desastre.
Lo anterior explica por qué, cada vez que se ofrece y a veces sin venir a cuanto, él y sus seguidores recitan como dogma de fe que perdió la elección presidencial de 2006 porque le hicieron fraude. Falso. Esos comicios son los más analizados e investigados de la historia y el fraude que se alega nadie lo ha probado.
Son numerosos los ensayos y libros que sobre el tema se han publicado y ninguno concluye que aquellos comicios hayan sido fraudulentos. Ni un solo estudio académico serio ha sostenido tal cosa.
Veamos, al azar, lo que dice uno de ellos. El escrito por Carlos Tello Díaz con el título 2 de Julio, publicado en 2007. En la página 160 el autor anota lo siguiente: “Andrés Manuel acababa de recibir [ya en la madrugada del 3 de julio] el último conteo rápido de su [propia] encuestadora, Covarrubias y Asociados, con un avance de más de 97 por ciento, en [una muestra de] 869 secciones [electorales]: FC 37.2, AMLO 35.9. ‘A la 1 de la mañana yo directamente se lo dije al licenciado López Obrador’ afirma Ana Cristina (Covarrubias). Andrés Manuel iba 1.3 puntos, según sus cifras, debajo de Calderón”.
En otro pasaje, Tello Díaz describe la siguiente escena que tuvo lugar en el Hotel Marquis la madrugada del 3 de julio de 2006: “César (Yáñez) y Nico (el famoso chofer de AMLO) permanecían serios, igual que (Federico) Arriola y (José María) Pérez Gay. Marcelo Ebrard entró con ellos unos minutos, junto con su asesor de finanzas, Mario Delgado. Después salieron. Había un aire de derrota. Entonces Andrés Manuel volteó a ver a sus íntimos: ‘Perdí’, dijo. Quienes lo escucharon se quedaron pasmados. Lo había dicho con sinceridad y tristeza, un poco sorprendido de lo que había pasado”.
Otra versión de ese episodio, coincidente en lo esencial, apareció publicada en el diario Milenio unos días antes de las elecciones presidenciales de 2024, artículo publicado por el periodista Rafael Pérez Gay, con lo que él vio ese día como reportero, y el testimonio de su hermano y seguidor de AMLO, el escritor José María, a quien López Obrador dijo con tristeza: “Perdimos, Chemita”.
Termina Tello Díaz el episodio así: “a partir del momento que acepta que perdió, ante la mirada atónita y asustada de sus seguidores, (López Obrador) toma la decisión de comenzar a mentir. Empieza a construir una verdad alternativa, que él mismo terminaría por creer” (página 161).
Y el fantasma de Calderón, que tuvo ese origen, se le volvió trauma. Una enfermedad que hasta la fecha no ha podido superar, pero que además contagió a sus seguidores, a pesar de que éstos conocieron la verdad.