La generación traicionada: el fracaso juvenil de la 4T

Noviembre 2025

Salomón Guzmán

La Nación

La realidad de la juventud mexicana bajo el gobierno de la 4T se ha convertido en la evidencia más dolorosa de sus contradicciones. De cada 10 jóvenes, cuatro no tienen acceso al sistema de salud, ocho no reciben apoyos del gobierno, dos no estudian ni trabajan y uno de cada diez pasa hambre. Detrás de estos números no hay estadísticas frías: hay millones de historias truncas, de jóvenes sin futuro, ni respaldo. El gobierno que prometió oportunidades terminó dejando a toda una generación al margen del progreso.

En materia de salud, el retroceso ha sido alarmante. Más de 10 millones de jóvenes carecen de cobertura médica, resultado del colapso institucional que provocó la desaparición del Seguro Popular y el fracaso del INSABI. El nuevo esquema, IMSS-Bienestar, no ha logrado garantizar atención suficiente ni continua. Así, los jóvenes quedaron expuestos, sin derecho efectivo a la atención médica.

Tampoco en materia de apoyo social ha cumplido. Casi el 80 por ciento de los jóvenes no recibe ningún programa de ayuda o capacitación. Iniciativas como Jóvenes Construyendo el Futuro terminaron siendo más propaganda que política pública: sin evaluación, sin inserción laboral real y con múltiples casos de simulación. No se crearon oportunidades, sólo se administró la pobreza. El gobierno cambió la movilidad social por clientelismo electoral y convirtió la dependencia en política de Estado.

El panorama educativo y laboral muestra un deterioro profundo. Más de cinco millones de jóvenes ni estudian ni trabajan, un dato que refleja desesperanza, abandono y falta de incentivos. La educación pública perdió calidad y pertinencia, y los programas de empleo no ofrecen estabilidad ni capacitación productiva. Los jóvenes viven entre la informalidad y la frustración, viendo cómo el gobierno que decía defenderlos los ha convertido en una generación sin rumbo.

En las zonas rurales e indígenas la situación es aún más crítica. Más de cinco millones y medio de jóvenes pertenecen a pueblos originarios, y cientos de miles siguen siendo analfabetas. Medio millón mendiga para comer y más de dos millones han sentido hambre sin poder alimentarse. Estas cifras evidencian que los recursos públicos no se traducen en bienestar: se dispersan sin planeación, sin evaluación y sin impacto.