En la muerte de Alasdair MacIntyre
Junio 2025
Fernando Rodríguez Doval

El pasado 21 de mayo de 2025 falleció en Edimburgo, a los 96 años, Alasdair MacIntyre, una de las figuras más influyentes de la filosofía moral contemporánea. Su obra, profundamente crítica con la modernidad, revitalizó la ética de las virtudes y propuso una alternativa coherente frente al relativismo y al individualismo dominante.
Nacido en Glasgow en 1929, MacIntyre inició su carrera filosófica en el ámbito del marxismo y la filosofía analítica. Como tantos otros, pronto se desilusionó del materialismo. Sin embargo, su búsqueda de una comprensión más profunda de la moralidad lo llevó a cuestionar también las premisas morales del liberalismo moderno. Su conversión al catolicismo en la década de 1980, influenciado por el pensamiento de Santo Tomás de Aquino y San Agustín, marcó un giro decisivo en su pensamiento.
Su obra más conocida, Tras la virtud (1981), critica la fragmentación de la ética moderna y aboga por un retorno a la tradición aristotélica, en la que la moralidad se entiende en términos de virtudes cultivadas dentro de comunidades prácticas. Para MacIntyre, la Ilustración fracasó en su intento de justificar la moralidad sin recurrir a una visión teleológica del ser humano. El resultado fue una ética fragmentada y relativista, donde los juicios morales carecen de racionalidad compartida y se reducen a meras expresiones emocionales: lo que él llama “emotivismo”. En ausencia de un marco común de bienes humanos, los desacuerdos éticos se vuelven irresolubles: cada juicio moral se reduce a una preferencia personal disfrazada de argumento racional.
La propuesta de MacIntyre es un retorno a la tradición aristotélica de la virtud, pero reinterpretada desde una clave comunitaria y narrativa. Las virtudes no son abstracciones individuales, sino hábitos adquiridos en comunidades que comparten un modo de vida. Hay que entender la moral como el cultivo de disposiciones del carácter dentro de prácticas sociales concretas que apuntan a bienes internos. Las virtudes no se adquieren en el vacío, sino dentro de comunidades históricas que proporcionan una estructura narrativa a la vida humana.
Buena parte de su obra reciente profundiza en la idea de que no existe una racionalidad moral única, sino tradiciones racionales en conflicto. Esta noción, lejos de conducir al relativismo, busca rescatar la racionalidad interna de cada tradición y abrir un diálogo crítico entre ellas. Para MacIntyre, sólo dentro de una tradición viva —como la tomista o la aristotélica— puede desarrollarse una moralidad coherente.
Precisamente una de las mayores aportaciones de MacIntyre es su idea de que la racionalidad no es neutral ni universal, sino dependiente de la tradición. Toda argumentación moral o política se da dentro de una tradición particular (como el aristotelismo, el liberalismo o el cristianismo). La racionalidad consiste en el diálogo crítico dentro y entre tradiciones, más que en la adopción de una metodología supuestamente universal. Esto implica una visión histórica de la razón: las tradiciones se desarrollan, enfrentan desafíos, se corrigen a sí mismas y pueden entrar en conflicto con otras de manera racional y argumentativa.
Alasdair MacIntyre nos deja un legado inmenso. Su pensamiento ha sido influyente en diversas áreas: ética, filosofía política, historia de la filosofía, teoría de la virtud y estudios sobre la modernidad.
Su crítica a la modernidad moral, su reivindicación de la virtud y su énfasis en las comunidades como portadoras de sentido moral han renovado la filosofía práctica contemporánea. Frente al individualismo atomista, nos recordó que la ética comienza en la familia, en la polis, en la historia compartida. En tiempos de disgregación cultural, su voz sigue siendo una brújula para quienes buscan una vida buena.
Fernando Rodríguez Doval es Consejero Nacional.
X: @ferdoval
