Bután y su índice de felicidad

Diciembre 2023

Julio Faesler Carlisle

La Nación

Pocos países como Bután han ejercido tanta fascinación en el Occidente. Misterioso país budista, Reino Prohibido atrapado en el borde oriental del Himalaya que, por sus tormentas y relámpagos desatados con furia de sus inigualadas cimas como el Everest de 8 mil 848 metros de altura o su divino hermano, aun no escalado, el Gangkhar Puensum de 7 mil 570 metros, que se llama a sí mismo el país Dragón, de cuyas temibles fauces lanza estruendosas llamaradas de fuego, tal y como lo demuestra su elocuente bandera nacional.

La economía de los 777 mil habitantes del país depende en buena medida de la venta de electricidad a sus vecinos, especialmente a la India. Su otro ingreso es el turismo atraído por el gran tesoro natural: el medio ambiente. Visitantes de todo el mundo llegan en números estrictamente controlados para no dañar los tupidos bosques y las cristalinas aguas de montaña protegidas en los planes quinquenales como tesoro nacional. Los turistas son atendidos en grupos limitados por guías oficiales, quienes vigilan que no han de exceder la capacidad de la naturaleza.

Bután exportó en 2022 aleaciones de fierro ($224M)) y Dolomitas ($30.9M). En 2017, Bután se incorporó a la asociación SWA.

Lo que ha distinguido al reino entre todos los demás países del mundo es la búsqueda de bienestar y felicidad revelada en los últimos resultados del Índice de Felicidad Nacional Bruta (FNB). La felicidad de sus habitantes es vista como el eje de su política económica, que busca la satisfacción de cada individuo como medida para calificar el progreso nacional, reflejando el firme compromiso de Bután de fomentar un entorno propicio para la felicidad y el bienestar holístico, incluso durante la pandemia de COVID-19.

El Índice de FNB es una herramienta integral basada en 33 indicadores que miden nueve dominios: bienestar psicológico, salud, educación, uso del tiempo, diversidad y resiliencia cultural, buena gobernanza, vitalidad comunitaria, diversidad y resiliencia ecológica, y nivel de vida.

Fue el rey Jigme Singye Wangchuck, padre del actual Jigme Khesar Namgyel Wangchuck, quien declaró que el progreso de una nación no se mide en términos de producción de artículos o de servicios, sino en la felicidad que disfruta su población basada en cuatro pilares: desarrollo socioeconómico sostenible, preservación cultural, buena gobernanza y conservación del medioambiente, que eran necesarios para orientar la intención y la acción del gobierno.

Si bien se tenían medidas económicas centradas en el PIB o el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, se necesitaba otra más descriptiva de la percepción directa de la persona. A este efecto se le encomendó al Centro de Estudios de Bután la tarea de desarrollar indicadores que captaran la idea de la felicidad bruta, que el gobierno debiera usar para intentar crear condiciones de manera de crear un modo que las personas puedan encontrar la felicidad y sentido de sus vidas.

El índice se creó en 2008 y se realizaron encuestas en todo el país para determinar sus características holísticas. Se encontró una correlación entre altos niveles de educación y satisfacción con la vida en general, la cual puede ser equiparada a mayores niveles de bienestar: las personas que tienen un poco más de educación aprovechan mejor su vida y potencial. El gobierno ha de enfocarse en lo que realmente importa, la persona, y no sólo el dato estadístico PIB. La persecución de crecimiento económico puede tener ventajas y desventajas en lo social, pero también debe incluir el nivel psicológico y respeto al medioambiente.

“En Bután cuando se habla de felicidad nos referimos a la satisfacción con la vida. La palabra felicidad no es frívola ni un estado emocional. El enfoque holístico, de equilibrio para el desarrollo sostenible, trae dilemas, por ejemplo, si se desea energía hidroeléctrica, que es la mayor fuente de ingresos para el país sabemos de sus costos. No hacer hidroeléctricas en todos los ríos, no vamos a comerciar con el medio ambiente. Hay que ser pragmáticos y mantener energía limpia y proteger la vida silvestre.

“Los gobiernos determinan acciones o inacciones… si somos conscientes de la gente, su bienestar y su consideración sobre la felicidad, estamos en un enfoque correcto de desarrollo… haciendo lo que los gobiernos tienen que hacer. El resultado es mayor desarrollo sustentado en bienestar y felicidad”, continuó explicando el vocero oficial”.

Y añadió: “no es extraño ver que países donde hay mayor desarrollo sustentado en grandes aumentos en el ingreso per cápita, no ha sido acompañada por aumentos acordes en felicidad y bienestar… la felicidad de Bután es especial, es una creencia religiosa, es un término que se utiliza para definir algo que pone punto final a los extremos y que crea un término medio.

“Así que, si quiere llamar a la felicidad como la ausencia de la pobreza o una mayor paz, o la satisfacción de que el gobierno cuando hace sus políticas y planes no puede simplemente centrarse en los ingresos, y esperar que la gente encuentre una vida gratificante, cuando el desarrollo se mide solamente por lo que dice una métrica, entonces en muchos sentidos la forma en que definimos la felicidad puede ser diferente”.

En 2009, Nicolás Sarkozy, ex presidente de Francia, hizo suya la iniciativa del Rey Dragón de Bután, de hacer del bienestar de los ciudadanos la suprema meta política. Sarkozy pretendía derribar “la religión del número” que todo lo basa en el Producto Interior Bruto (PIB), sin tener en cuenta las desigualdades sociales o el medio ambiente. Los expertos le reconocieron razón, pero la propuesta abrió un debate: defendieron al PIB como sistema homologado y calificaron de utópica la intención de cuantificar la felicidad. Advirtieron incluso que detrás de la idea podrían esconderse motivos ideológicos y comerciales.

En el mismo Bután también se comprueba que el nivel de ingresos y la felicidad no están asociados. Si los habitantes de ese país se dividen en cinco grupos según sus ingresos, el 41 por ciento del quintil más rico está en la categoría de «aún no felices» y el 44 del siguiente quintil más rico también se encuentra en ese grupo. En el grupo de ingresos más bajos, el 29.2 por ciento de las personas se declaran ampliamente o profundamente felices, y en el siguiente grupo más pobre, esa cifra es del 42. Este estudio deja en claro que los ingresos y el FNB no son medidas homogéneas. Son bien diferentes. La meta de felicidad que el gobierno persigue en Bután es absolutamente contraria a la imposición de tareas que el gobierno norcoreano decide.

Norcorea y Bután nos presentan dos modos de gobierno diametralmente opuestos. El primero propone la férrea y despiadada disciplina de la dictadura como camino a una sociedad perfecta que remacha la lucha eterna de clases para allanarlo todo. El segundo propone la filosofía del gobierno guiado por respeto a la dignidad de la persona y la compasión para tender hacia la sociedad la genuina felicidad.

 

Julio Faesler Carlisle es integrante del Consejo de Plumas Azules.

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