Colombia estrena nuevo gobierno con nueva ruta

Agosto 2022

Julio Faesler Carlisle

La Nación

Con el triunfo de Gustavo Petro, Colombia deja atrás su tradición conservadora y por primera vez vira hacia la izquierda. Deja atrás la visión tradición conservadora de más de un siglo. Este cambio que muchos estiman diametral está en consonancia con lo que está sucediendo en muchos países: un rechazo a gobernantes que, hablando mucho, no han encontrado o no han querido liderar los cambios sustanciales, ni en ideas ni acción hacia los progresos que se requieren para cerrar brechas de pobreza, hambre, salud, desempleo y educación.

Con tantos gobiernos que en todo el mundo pierden el respeto electoral, se esfuman las posibilidades de fraguar sociedades que ofrezcan igualdad de oportunidades y dignidad de condiciones de vida sin exclusión. En el henchido marco de comunidades sobrepobladas, generadoras de pesarosas migraciones, se está más enterado que nunca de las razones que multiplican y prolongan sus trágicas carencias.

Sobran muchas explicaciones para el estado actual de la crisis a que nos enfrentamos. Desde hace tiempo, quizás con el nacimiento de la era de la industrialización, la convivencia se abrió más a la visión de las metas económicas personales y colectivas como más importantes que los valores del bienestar común.

Hoy, los criterios de progreso y sus mediciones han dejado atrás los fundamentos sociales básicos. Lo que había de aspiración humana se ha evaporado y es sustituida con la capacidad del individuo para vencer al competidor en un tablero de intereses necesariamente opuesto. El esquema jurídico de la Sociedad Anónima es el instrumento individualista y la bandera de la necesaria escisión social, que se cimienta en el enfrentamiento que Marx sentencia como inevitable que postula una lucha sin tregua ni solución.

La izquierda que así entiende al mundo lleva desde 1848 insistiendo en que no hay paz ni conciliación posibles. Ya en nuestro nuevo siglo, el simplismo marxista se reitera en gráficas, curvas, tablas y cálculos mercantiles y financieros para explicar e intentar justificar las actividades aún más ampliadas que ahondan las dos alas del mismo dilema que persiste en condenar a las partes al mismo inevitable conflicto. Es esta la visión que sólo puede llevar a la división y violencia. Como saldo neto quedan millones de vidas en el completo abandono.

Hay alternativas. Voces modernas. Jóvenes listos para el relevo. Izquierdas curtidas en la frustración de sus ensayos y derechas que reconocen la altivez de sus errores. En una América Latina, teatro de regímenes de revolución radical, hace falta la política, el equilibrio y el sincero amor al pueblo.

El discurso con que Gustavo Petro, experimentado luchador de izquierda con amplia experiencia legislativa y de gobierno, inauguró su presidencia el domingo 7 de agosto fue ante una plaza repleta de colombianos cansados de esperar la paz y la reconciliación nacional. Su intención es ofrecer la fórmula intermedia que deja atrás las estériles controversias y la suma de desastres para construir prosperidad sobre las vastas potencialidades de ese rico país extendido entre dos océanos y enraizado en la Amazonia. Con optimismo y firmeza, Gustavo Petro arranca su cuatrienio en una América que desde un polo a otro jamás se ha presentado tan dividido en sectarismos, ideologías desigualdades y violencia.

La primera prioridad de los 10 puntos programáticos de Gustavo Petro es cumplir con los acuerdos de paz ya iniciados por el gobierno anterior y librar a Colombia del imperio de mafias que operan con las de México y se nutren en el mercado de Estados Unidos, que es el principal motor de muertes en el continente. Otros puntos fueron la lucha contra la corrupción, la protección de la vida, creación de un Ministerio de Igualdad y el de Seguridad para que las colombianas puedan caminar tranquilas sin temer por sus vidas.

Gustavo Petro anunció un gobierno de puertas abiertas, enfatizando un gran acuerdo nacional con “una estrategia integral de seguridad”, desde la prevención hasta la “persecución de las estructuras criminales y la modernización de las fuerzas de seguridad”. Petro prometió una “mano firme y sin miramientos” contra la corrupción y una defensa férrea del medio ambiente, enfrentar la deforestación descontrolada de los bosques e impulso al desarrollo de energías renovables. Con la industria nacional, economía popular y el campo como pilares del desarrollo con apoyo a todo que se esfuerce por Colombia, Petro invitó a producir y trabajar para llegar a ser una sociedad rica.

Algunos panistas se inquietan con el izquierdismo de Gustavo Petro. Hay que pensar, empero, en que el fracaso en materia de justicia social de los gobiernos de derecha hizo que la opción izquierda fuera la única bandera en que pudiera creer una sociedad exhausta de crimen y disimulación. De hecho, ambos candidatos finalistas, Gustavo Petro y Rodolfo Hernández, uno tildado de “izquierda” y el otro de “populista”, reaccionaban contra las opciones de “derecha”.

Para el PAN es importante el caso colombiano y el sesgo izquierda, que, con excepción brasileña, toma la política en un 53 por ciento de América Latina. ¿Acaso la derecha empresarial ofrece programas para solucionar inequidades sociales más allá de su constante negociación con el poder?

El fundador del PAN tuvo confianza en que es posible encontrar el equilibrio entre justicia y orden social. Somos actores en otro quicio histórico. Hay que mirar al futuro, desechar lo que ya sirvió en su momento. Las propuestas ya no son radicales. Esperemos que el nuevo presidente de Colombia tenga amplio éxito en su programa y que al enderezar el destino de sus 52 millones Petro dé ejemplo de que hoy día la democracia es posible.

 

La nación