In memoriam, Alejandro Llano

 Un pensador comprometido con el bien y la verdad

Octubre 2024

Fernando Rodríguez Doval

La Nación

 

 

Fernando Rodríguez Doval

 

El pasado 2 de octubre falleció Alejandro Llano Cifuentes, uno de los más destacados filósofos contemporáneos. Su trabajo en el campo de la metafísica, la antropología filosófica y la ética trascendió su natal España y lo proyectó en el mundo entero como un pensador capaz de dar respuestas a las grandes preguntas de nuestro tiempo.

Con enorme contundencia, Alejandro Llano insistió en la posibilidad de reconciliar la búsqueda de la verdad en la política con la diversidad de opiniones. Acuñó el término de “humanismo cívico” para referirse a la actitud que fomenta las virtudes sociales y la responsabilidad de las personas y las comunidades ciudadanas en la orientación y el desarrollo de la vida política.

A través de este humanismo cívico, Llano propuso un nuevo acercamiento a las realidades sociales en su solidaridad interpersonal y comunitaria, superando el abstracto aislamiento individualista. Retomó el concepto de subjetividad social de Juan Pablo II para definir a todas las iniciativas solidarias que se encuentran entre la familia y el Estado-nación, y que son el campo “más prometedor” para la regeneración de la democracia.

Alejandro Llano consideró que a través de la política se puede y debe aspirar a una vida buena, no solamente a aquello que sea procedimentalmente correcto. La deliberación pública es esencial para lograr un consenso racional que permita descubrir aquello que es bueno y susceptible de acuerdo.

Así, Llano fue un adversario acérrimo de ese relativismo posmoderno que considera que es necesario que se deben abandonar posiciones en torno a la verdad y al bien para que una democracia pluralista pueda funcionar, toda vez que pueden conducir a posturas dogmáticas incompatibles con la propia pluralidad. Llano defendió un pluralismo no relativista, esto es, basado en un proceso dialéctico y deliberativo mediante la discusión racional, la cual puede permitir que las personas arriben al conocimiento de lo bueno y lo verdadero para la sociedad en la que viven.

Al abandonar la razón, el hombre posmoderno privilegia sus sentimientos y emociones como únicos referentes éticos. Piensa que su voluntad es ilimitada y que la comunidad política debe respetar e incluso garantizar cualquier deseo o aspiración que ahora se presenta como derecho, incluso si llega a oponerse a la auténtica dignidad humana. Así, los derechos humanos son concebidos, desde esta óptica individualista, como reivindicaciones frente a los otros, y no como la expresión de una inviolable dignidad que obliga al ser humano a buscar la verdad y el bien. Una democracia que renuncie al bien y a la verdad es una democracia vacía de contenidos: es un mero armazón de reglas formales y procedimientos que está expuesta a los peligros de la demagogia y la irresponsabilidad.

Alejandro Llano estaba convencido de que el recto ejercicio de la inteligencia permite abrigar la esperanza de que se pueda acceder a la verdad en el ámbito social, con espacios para discrepancias razonables en las cuestiones prácticas. El agnosticismo y el relativismo, en cambio, sólo aspiran a un vacío consenso fáctico, a una ética meramente procedimental, una ética de reglas mas no de bienes ni de virtudes. Esto excluye la noción de bien común y la sustituye por la de interés general. Esta postura es claramente incompatible con los planteamientos humanistas que consideran a la persona como el centro de toda la actividad política y al bien común como el fin del Estado.

Así, sólo desde una concepción no materialista de la persona podrá funcionar la democracia, ya que estará anclada en el convencimiento de la dignidad de cada hombre y de cada mujer, y también en la relevancia social de las virtudes personales que promueven la participación solidaria en un Estado constitucional de derecho. Estas virtudes personales permiten que se pueda hablar de un bien común.

Alejandro Llano Cifuentes fue una figura clave en el renacimiento del interés por la filosofía clásica en el contexto contemporáneo y posmoderno. Profesor durante décadas y rector de la Universidad de Navarra, su trabajo ha influido en varios campos y ha tenido un impacto significativo en la formación de numerosos estudiantes y pensadores.

Que descanse en paz un pensador comprometido con el bien y con la verdad.

 

Fernando Rodríguez Doval es Consejero Nacional.

X: @ferdoval

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