Manuel Gómez Morin: ¿un liberal?
Julio 2023
Javier Brown César
Al día de hoy pocas personas se cuestionan la tesis de acuerdo a la cual, el fundador de Acción Nacional es un pensador liberal. Se ha hablado del liberalismo de Manuel Gómez Morin y del catolicismo de Efraín González Luna, pero nadie ha demostrado, con conocimiento de causa, que el oriundo de Batopilas, sea un defensor del liberalismo. Todo lo contrario, en 1941 escribía: “El liberalismo concibió al hombre como única realidad y al tratar de proteger su libertad, tremenda paradoja, quitó al hombre los perdurables instrumentos sociales para realizar la propia libertad”.
En otro artículo titulado “Falta de intrepidez” publicado, como el antecitado, en esta revista decía: “Si vamos a salvar la cultura cristiana, debemos fundamentar nuestra vida política y económica en los principios cristianos. No hay esperanza alguna en el liberalismo materialista, aun cuando este pueda proporcionar un ambiente mejor que el totalitarismo y el comunismo. El periodo que corre entre la guerra pasada y la agresión hitleriana, muestra bien la ineficacia de mecanismos económicos, políticos o sociales que no estén impregnados de una recta filosofía de la vida. Las facultades características del hombre son la razón y la voluntad, y cuando él trata de vivir sin Dios y fuera de la ley moral, sólo produce el caos”.
El liberalismo original, cuyos egregios representantes fueron John Locke, Adam Smith, David Ricardo, John Stuart Mill o Friedrich Hayek, defendía la libertad, la propiedad y la igualdad ante la ley. Su ímpetu original era contestatario ante los gobiernos absolutistas, que al final desaparecieron.
El nuevo liberalismo, crítico del Estado de bienestar, fue encabezado por Milton Friedman, Friedrich Hayek o Ludwig von Mises defendió el Estado mínimo, el libre mercado y la privatización. Ningún ejercicio de exégesis seria nos llevaría a sostener la tesis del Gómez Morin liberal.
Citemos textos más recientes de don Manuel en La Nación: “todavía estamos en un titubeo –por muchos conceptos peor que la tesis totalitaria misma–, entre esa tesis verbalmente reprobada por el mundo oficial, y la que define la recta posición del Estado en la economía; es que el estatismo y su gemelo el liberalismo económico irrestricto e irresponsable, se siguen entendiendo admirablemente para la operación de esta industria fantástica moderna que es la explotación del hombre como hombre, la concepción del Estado como fuente de riqueza y no como obligación de servicio y de justicia; es que, para decirlo rudamente, sigue siendo posible explotar las abstracciones doctrinales del Estado representante”. Este es de 1948.
Y por último otro más de 1949 en el que demuele al liberalismo: “Sería absurdo abandonar al libre juego de fuerzas sociales –y más aún a la combinación y a la dirección de especuladores irresponsables–, la suerte económica de la sociedad, el nivel de vida, el ahorro, la posibilidad de aprovechamiento de los recursos naturales, la existencia de fuentes de trabajo, el salario y la aplicación de la renta nacional. Fue uno de los pecados imperdonables del liberalismo ese abandono, del que todavía estamos recogiendo, está recogiendo el mundo entero, una amarga y contradictoria herencia”.
Un liberal doctrinario ¿sería capaz de ser tan crítico de las doctrinas liberales? La confusión comienza cuando se analizan los Principios de Doctrina de 1939 sin la debida perspectiva histórica. En el apartado libertad, se defiende cierta concepción que algunos consideran liberal, pero que no lo es: “El Estado no tiene ni puede tener dominio sobre las conciencias, ni proscribir ni tratar de imponer convicciones religiosas. Siempre que ha pretendido hacerlo, quebranta la unidad y el vigor de la nación, subvierte el orden social y ataca la dignidad humana”. Estas libertades básicas son defendidas desde los revolucionarios franceses que no eran precisamente liberales y lo hacían ante energúmenos totalitarios, como el que el PAN enfrentó desde 1939.
Por otro lado, el PAN defiende la propiedad en estos términos: “La propiedad privada es el medio más adecuado para asegurar la producción nacional y constituye el apoyo y la garantía de la dignidad de la persona, y de la existencia de la comunidad humana fundamental, que es la familia”. Esta defensa de la propiedad privada es tan antigua como la Política de Aristóteles, siglos antes del liberalismo.
Quienes trabajaron en la Proyección de Principios de Doctrina de 2002, junto con quien escribe estas líneas, superaron la trampa del liberalismo o del neoliberalismo. Ambas doctrinas postulan una libertad sin límites y un Estado mínimo: “Para Acción Nacional la libertad se vincula con la responsabilidad social, cual binomio virtuoso al postular que: Como persona libre el ser humano es un sujeto ético y social, por lo tanto, responsable ante sí mismo y ante los demás... La libertad de cada persona ha de coexistir creativa y solidariamente con la libertad de los demás... Toda persona tiene derecho y obligación de ejercer responsablemente su libertad para crear, gestionar y aprovechar las condiciones políticas, sociales y económicas, con el fin de mejorar la convivencia humana”.
Estamos aquí ante una noción de libertad acotada por la libertad de otras personas y vinculada con la responsabilidad social. Para el PAN, el Estado no es sólo un guardián de transacciones privadas o un gendarme encargado de la seguridad de las agencias privadas, al estilo de Robert Nozick y los libertarios. El Estado tiene un rol de la mayor importancia en la regulación de las actividades económicas, en la promoción de los derechos humanos y en la conducción de políticas sociales.
Citemos el importante apartado humanismo económico, de la Proyección de 2002, para alejar para siempre los fantasmas de un Gómez Morin liberal y de un PAN defensor a ultranza del liberalismo: “El mercado no es un fin en sí mismo, sino un instrumento para asignar satisfactores a las necesidades de los seres humanos. Por eso el humanismo económico asume la responsabilidad social y busca abatir la pobreza extrema, atiende prioritariamente a los pobres del campo y la ciudad, da prioridad a zonas indígenas y rurales e impulsa el desarrollo de las potencialidades del campo mexicano. El Estado debe regular los mercados para que los agentes económicos concurran a ellos y compitan en condiciones de equidad, y para evitar que el más fuerte imponga condiciones que terminen por destruir la competencia misma”.
Estas evidencias deben bastar para que cualquier persona que ingrese o vote por Acción Nacional tenga la convicción de que no somos un Partido que promueve ni defiende liberalismos y neoliberalismos. No lo hizo el fundador y tampoco lo hacemos nosotros.