El libertador que le dio independencia a México
Septiembre 2021
Andrés Castro Cid
“Un país exótico con aroma de leyenda, en donde se dan todos los climas, rosas que florecen en invierno, gran número de lagos, pirámides, conventos y volcanes, y algo aún más importante: se dice que la Virgen María se pintó ella misma sobre la tela que cubría el cuerpo de un indio. ¡Algo difícil de creer!”, menciona el abogado y escritor, Nemesio Rodríguez Lois, en su libro Iturbide y el Bicentenario, editado por la Fundación Editorial Vasco de Quiroga.
Se trata de una obra que desde el inicio nos lleva a la Nueva España (México) de la segunda mitad del siglo XVIII. Es un recuento de hechos con un alcance histórico suficientemente amplio y bien documentado que encamina al lector a la comprensión de los motivos que impulsaron a Agustín de Iturbide a luchar por la Independencia de México y que culminó con el llamado Plan de Iguala, plan que ofrecía tres garantías: religión, independencia y unión.
Tres garantías que cobraron vida en una bandera de tres colores que fueron blanco, verde y rojo, colores que dieron origen a nuestra enseña nacional.
Nemesio Rodríguez inicia su relato con la consumación de la Independencia, es decir, inicia con el final, un recurso fascinante porque entrega al lector en las primeras páginas el desenlace de una lucha por la liberación del país del yugo español. En primera instancia describe a un personaje mayor, de ascendencia irlandesa con una gran trayectoria dentro del ejército español, Juan O´Donojú, el cual acababa de ser nombrado Jefe Político y Capitán de la Nueva España, y que atracaría en el puerto de Veracruz.
Al llegar el Virrey, describe el escritor, le recibe el general José Dávila, gobernador militar del puerto. Después de una larga conversación, “hasta el menos observador pudo darse cuenta que el semblante de don Juan mostraba preocupación y es que se enteró que los miembros del ejército realista se enlistaban en el Ejército Trigarante de Iturbide”.
Juan O´Donojú, al ver el gran apoyo que tenía Iturbide, se decide a firmar los tratados que llevarán el nombre de la ciudad que los hospeda: Tratados de Córdoba.
Rodríguez Lois relata que tras una breve resistencia de los realistas encabezados por el mariscal del campo Francisco Novella, el 7 de septiembre Iturbide llega a Molino Blanco donde firma un armisticio con Novella.
Nemesio Rodríguez resume así este importantísimo momento: “en poco más de siete meses y sin derramar una sola gota de sangre, Agustín de Iturbide había llevado a feliz término la Independencia. El entonces Reino de la Nueva España se convertía en una nación llamada México y pasaba a ser parte de los estados libres y soberanos”.
El 27 de septiembre de 1821, Agustín de Iturbide, al frente de 16 mil soldados, entra a la Ciudad de México en medio del clamor popular para después dirigir una emotiva proclama: “mexicanos, ya sabes el modo de ser libres, a vosotros toca señalar el de ser felices”.
Iturbide, a decir de Rodríguez Lois, debe ser considerado como el único y auténtico Héroe de la Independencia. Después de la entrada triunfal a la Ciudad de México, se instala la Junta Provisional Gubernativa, cuyos miembros fueron designados por el propio Iturbide y que estuvo compuesta por 38 personas entre clérigos, nobles, militares, abogados y hacendados. Ese mismo día, el 28 de septiembre de 1821, se firma el acta de Independencia.
Describe que, como presidente de la Junta Provisional, sin existir un Congreso que legitime otra autoridad, Iturbide se hallaba al frente de los destinos de México y convoca a la elección de diputados al Congreso, con el fin de que el Estado Mexicano contase con una Constitución.
El historiador, con una investigación sólida y minuciosa, relata que el 24 de febrero de 1822 se instala el Congreso constituyente en la antigua casa jesuita de San Pedro y San Pablo. Tras unas elecciones con numerosas fallas, el Congreso quedó formado por tres grupos muy diferenciados: los iturbidistas, los borbonistas y los republicanos.
Como dato importante, Nemesio Rodríguez apunta que entre quienes iban a integrar el Congreso Constituyente había enemigos del libertador, quienes eran ignorantes, ineptos y envidiosos; lo primero que se tomó en cuenta fue que reunieran las características para afiliarse a la masonería.
“No se escribió un solo renglón de la Constitución, se ocupó en hacer la guerra a Iturbide en cuyos planes sólo veían tiranía y ambiciones”.
Es aquí donde Nemesio expone el surgimiento de la llamada “historia oficial” por su aversión al libertador: se propusieron honrar a Hidalgo y demás insurgentes sangrientos que Iturbide había combatido.