El derecho a una menstruación digna
Julio 2021
Valeria N. Pérez
El feminismo invita a eliminar el tabú que todavía pende sobre temas que debieran abordarse con plena naturalidad. La menstruación es uno de ellos.
Esta condición, que atraviesa a todas las mujeres durante su etapa vital reproductiva, ha sido el blanco de creencias discriminatorias y falsas. En el dogma religioso, la mujer ha sido señalada como “impura” por sangrar e incluso se le ha obligado a sustraerse de la vida social y familiar cuando transita su periodo. También se ha visto señalada por una creencia misógina que, sintetizada en la frase “está en sus días”, pone en duda su plena capacidad de pensamiento, acción y palabra.
A las mujeres se nos ha inculcado culturalmente que la menstruación es motivo de vergüenza. Y esto ocurre desde que todavía somos niñas: muchas recordarán el escarnio y la burla de los compañeros de escuela cuando el periodo menstrual era evidente. En contextos misóginos y violentos, la menstruación es algo que las menores aprenden a temer, debido a una lógica torcida que vincula el inicio de la edad reproductiva con la disponibilidad sexual. La carga simbólica y discursiva sobre la menstruación es negativa: se le ha catalogado de sucia, de vergonzosa, de enloquecer a la mujer.
Total que las mujeres, quienes integran a más de la mitad de la población, hemos visto que una situación fisiológica, completamente natural, se vuelve un tema que se rechaza hasta en la comercialización de productos de higiene: en redes sociales varias usuarias han puntualizado con ironía el líquido azul, las flores, el glitter y otros elementos que forman parte de la publicidad de toallas femeninas que no tienen ninguna relación con la realista experiencia de menstruar. Pero vamos, la absoluta lejanía entre la publicidad y cualquier fenómeno de la vida es algo evidente, así que mejor pasamos este detalle por alto y nos dedicamos a debates serios.
Porque la menstruación es un asunto serio, sobre todo, para las niñas y mujeres pertenecientes a grupos vulnerables y, por lo tanto, no debe ser ignorado por la agenda pública. En situaciones de pobreza, privación de la libertad y discapacidad, el periodo vulnera los derechos de salud y educación de las mujeres.
Por ejemplo, de acuerdo con el Fondo de Naciones Unidas Para la Infancia (UNICEF), 38 por ciento de los planteles educativos en México no disponen de agua todos los días de la semana, el 19 carece de inodoros suficientes, el 58 no cuenta con agua potable y el 68 por ciento de las aulas no presenta condiciones adecuadas de limpieza.
La carencia de recursos e infraestructura, aunada a la imposibilidad de las familias de las niñas de bajos recursos para cubrir los costos de higiene menstrual, además de la ignorancia y el bullying, propicia que 43 por ciento de las niñas y adolescentes mexicanas se queden en casa en vez de asistir a clases durante su periodo.
Por otro lado, las mujeres en centros penitenciarios han visto mermado su bienestar y dignidad al enfrentar la falta de acceso a productos de higiene menstrual. De acuerdo con la colectiva Menstruación Digna, el 89.4 por ciento de las mujeres en reclusión se encuentran en edad reproductiva y subraya que, aunque es obligación del Estado proveer productos de higiene a esta población, las mujeres deben encontrar sus propios medios para gestionar su menstruación. Algunas solicitan estos productos a su familia, pero derivado de la emergencia sanitaria por COVID-19, las visitas se restringieron y varias recurrieron a soluciones como uso de calcetines o retazos de ropa.
Por eso, es momento de hablar del acceso a toallas, tampones y copas como un derecho y no un privilegio restringido a quienes puedan costear estos productos. Ya existen algunos avances: el 28 de abril de este año, gracias a la labor de las diputadas panistas Verónica Sobrado, Pilar Ortega Martínez y compañeras de otras bancadas, se aprobaron las reformas al artículo 114 de la Ley General de Educación en materia de salud y gestión menstrual, de modo que las autoridades educativas y de salud estatales estén obligadas a brindar gratuitamente productos de higiene menstrual en las primarias, secundarias y preparatorias del país.
Este es apenas el comienzo. En países como Escocia, el acceso gratuito a estos productos está garantizado para todas aquellas mujeres que lo soliciten, sin restricciones. Y aunque en octubre pasado, la Cámara de Diputados de nuestro país no aprobó la eliminación de la tasa de impuestos a estos productos, aún estamos a tiempo de aprender de naciones como Colombia: el primer país en América Latina que eliminó el IVA a toallas sanitarias y tampones.
La menstruación sólo es un tema incómodo si no existen las condiciones para gestionarla con dignidad y salud. Garantizar el acceso a productos indispensables para las mujeres evitará que se vean afectadas en su educación y actividades cotidianas.