Configuración electoral por clase social en México (300 distritos federales)
Agosto 2025
Salomón Guzmán

Las elecciones federales de 2024 dejaron una huella clara en el mapa político nacional. La composición de la Cámara de Diputados, vista a través del lente de las clases sociales, muestra no sólo quién ganó, sino cómo y dónde se consolidan las fuerzas políticas. Los 300 distritos federales se dividen en tres grandes segmentos: 64 de clase alta, 165 de clase media y 71 de clase baja. Este reparto no es sólo un dato estadístico, sino una radiografía política y social de México.
En la clase alta, que representa poco más de una quinta parte de los distritos, la competencia es más equilibrada. Morena lidera con 37 distritos (57.8%), un hecho significativo dado que este segmento tradicionalmente se inclinaba hacia partidos de oposición. El PAN conserva 20 distritos (31.2%), principalmente en sus bastiones históricos del Bajío, en corredores industriales del norte y en estados como Yucatán y Aguascalientes. Movimiento Ciudadano (MC) obtiene 3 distritos (4.7%), un logro modesto pero simbólico en zonas urbanas específicas, mientras que el PRI suma otros 3 (4.7%), generalmente en enclaves de voto duro. El PVEM apenas figura con un distrito (1.6%). Este equilibrio relativo convierte a la clase alta en el principal campo de batalla real entre oficialismo y oposición, aunque con una ventaja ya considerable para Morena.
En la clase media, que concentra más de la mitad de los distritos del país, el panorama es muy distinto. Morena controla 141 distritos (85.5%), construyendo una red que abarca desde capitales estatales hasta ciudades intermedias y zonas metropolitanas en expansión. Este dominio desafía las previsiones que sugerían que la clase media sería más crítica con el oficialismo tras varios años en el poder. El PAN retiene 11 distritos (6.7%), la mayoría en áreas urbanas opositoras consolidadas. MC logra 8 (4.8%), gracias a su fuerza en Jalisco y Nuevo León. PRI apenas gana 2 distritos (1.2%) y el PVEM se queda con 3 (1.8%), casi siempre en alianza tácita con Morena. El peso de este segmento es decisivo: quien domina la clase media urbana y semiurbana domina la Cámara.
La clase baja presenta el escenario más uniforme y predecible. Morena obtiene 68 de los 71 distritos (95.8%), dejando solo un distrito al PRI (1.4%) y dos al PVEM (2.8%). Aquí, PAN y MC no registran presencia alguna. El voto en este segmento se asocia fuertemente a programas sociales, obras de infraestructura local y una identificación política directa con el presidente y su partido. Es un terreno donde las narrativas opositoras encuentran enormes dificultades para penetrar y donde Morena ha sabido consolidar un capital político casi inexpugnable.
El análisis porcentual por clase social revela un patrón nítido: Morena es la única fuerza capaz de competir y ganar en los tres segmentos, aunque con un dominio mucho mayor en medios y bajos. El PAN, en cambio, concentra su fuerza en las clases altas, manteniendo presencia limitada en la clase media y nula en la baja. Movimiento Ciudadano se presenta como un partido de alcance metropolitano, con un nicho definido pero acotado, mientras que PRI y PVEM subsisten en espacios residuales, más como aliados estratégicos que como competidores autónomos.
Estos patrones no son casualidad, ya que responden a dinámicas territoriales y socioeconómicas. En el Bajío, por ejemplo, la identificación cultural y económica con el PAN mantiene su resistencia; en Jalisco y Nuevo León, MC capitaliza el voto urbano joven; en el sur y centro del país, Morena se nutre de redes sociales y comunitarias que articulan la política con el día a día de la población. En contraste, los intentos de la oposición por conquistar votantes en clases bajas han sido escasos y poco sostenidos, limitando su capacidad de crecimiento.
De cara al futuro, los desafíos son claros:
- Para Morena la prioridad será retener la clase media urbana, más volátil y sensible a cambios económicos, sin descuidar su base en la clase baja.
- Para el PAN romper la barrera socioeconómica que lo confina a la clase alta es vital si aspira a ser una alternativa de gobierno.
- Para MC el reto es expandir su modelo de éxito metropolitano hacia regiones intermedias y rurales.
- Para PRI y PVEM es redefinir su papel y construir identidades propias, más allá de ser simples socios de coalición.