Panismo

Diciembre 2025

Javier Brown César

La Nación

Cuando pensamos en la forma particular de ser de quien es parte de Acción Nacional hablamos de panismo. El panismo, más que una palabra externa es un atributo de quienes realmente están en el PAN, militen o no en el Partido, porque el panismo es más que una credencial o un cargo, es una cultura y una tradición con causas superiores.

Ya lo decía Efraín González Luna de forma puntual y certera: “Un buen miembro de Acción Nacional, para definirlo en una sola fórmula, debe ser centro de irradiación activa de nuestra doctrina y de nuestras ideas. No es un mero espectador de asambleas, no es un mero receptor de doctrinas, no es un mero nombre anotado en un registro, ni siquiera sólo un cuotizante, ni siquiera un esporádico realizador de actividades políticas dentro de los cuadros de Acción Nacional. Es, repito, un sujeto de constante irradiación de ideas y de actividad”.

En esta definición encontramos la clásica diferencia entre incentivos colectivos e incentivos selectivos. Históricamente, el PAN se ha caracterizado por ser un partido político en el que han prevalecido los incentivos colectivos: la identidad, la doctrina y la mística, sobre los incentivos selectivos, como son los cargos públicos. Los padres fundadores, Efraín González Luna y Manuel Gómez Morin, nos dieron ejemplo de que, para el panismo, como bien afirma Julio Castillo López en su más reciente obra sobre liderazgo El líder humanista no se aferra al cargo: se aferra a la causa. Por eso, sabe marcharse a tiempo y sin amargura.

Ni Gómez Morin ni González Luna ocuparon cargos de elección popular. Cuando en la Primera Convención Nacional, el oriundo de Batopilas propuso a don Efraín como candidato presidencial, éste rechazó el generoso ofrecimiento con elegancia y contundencia: “yo solo soy capaz de dar testimonio de la verdad, no soy capaz de dirigir una acción colectiva para hacerla triunfar. Soy soldado raso; no soy otra cosa. No sé cómo agradecer a Manuel Gómez Morin su generosa proposición. Pero delante de mi conciencia yo declaro que no debo aceptar y por ningún motivo acepto, no digamos una candidatura, ni siquiera un puesto de dirección en una campaña política”.

Durante décadas, el panismo enarboló causas, porque no había prácticamente cargos: el fraude sistemático, las campañas negras de desprestigio contra el PAN, la manipulación clientelar del electorado y la violencia hacia las y los panistas, alejaban toda posibilidad de lograr victorias reconocidas. Gómez Morin fue candidato a diputado federal en dos ocasiones: en 1946 se le negó el triunfo obtenido por el distrito II de Parral, Chihuahua, y en 1958 el PAN se retiró del proceso federal electoral por el descomunal fraude; nunca ocupó una curul, y sin embargo fue, a decir de Castillo Peraza, legislador ciudadano.

El panismo no está en las gorras, ni en las fotografías, ni en las playeras; todo esto se puede quitar. Tampoco está en la sangre o en el corazón porque una transfusión o un trasplante acabarían con el panismo. El panismo está en el alma: es el alma del Partido. En una metáfora corporal, los estatutos son la estructura ósea, la militancia es la sangre vital, los comités son los músculos y la doctrina es el alma; y ahí, en las convicciones está el panismo como una cultura.

Carlos Castillo Peraza afirmaba que “Acción Nacional recibió́ de sus fundadores principios cuya riqueza le ha permitido alzarse más allá́ del tiempo y el sitio en que nació́, en la medida que tales principios eran antes y serán seguramente después del partido mismo. Pero Acción Nacional habría sido rápidamente un arcaísmo si la convocatoria de quienes lo fundaron no hubiese caído en inteligencias y voluntades fértiles que hicieran de la vivencia de esos principios, de su comprensión y de su aplicación a la vida social de México, un presente cotidianamente henchido, preñado de futuro. Los principios le dieron y le siguen dando al PAN la potencia de ser “clásico”. Así, la base de la cultura panista son los principios.

La cultura de una colectividad, como afirmaba Jean Ladrière “es el conjunto formado por los sistemas de representación, los sistemas normativos, los sistemas de expresión de esa colectividad”. Los sistemas de representación son elementos conceptuales y simbólicos que unen al panismo, como los fines y los ideales superiores de la organización; los sistemas normativos conforman el entramado de valores y principios fundamentales, que son nuestras convicciones; y los sistemas de expresión son los que se plasman en acciones concretas que definen la identidad panista.

Esta cultura ha generado una tradición que pasa de generación en generación, tradición que no es nostalgia, ni pasado que anquilosa, sino herencia. Como decía Castillo Peraza: “Una tradición es una mirada acertada hacia el futuro, desde una convicción... Los fundadores de tradiciones están parados en una convicción, pero son autores de una mirada certera hacia el futuro desde unas convicciones”.

Son estas convicciones las que hoy deben prevalecer para que el panismo sea cada vez más vigoroso, íntegro y congruente. Esta tradición debe preservarse, no como un peso muerto, sino como una herencia portentosa, en el medio de lo que Luis Felipe Bravo Mena denomina el imperio de la política-espectáculo. La política-espectáculo “subordinó el mensaje político sustantivo al marketing de las frases cortas políticamente correctas… se han invertido los papeles: los profesionales del cine, el teatro y la televisión son populares y adquieren influencia política porque son auténticos en lo suyo, mientras que los políticos recurren al performance, al disfraz y al maquillaje público para ser conocidos y recibir votos. Todo esto puede reportar popularidad y sufragios, pero no genera un auténtico liderazgo. La regeneración política de México exige líderes no histriones”.

Y concluye Bravo Mena “el núcleo vital del verdadero liderazgo son los valores humanos, sociales y políticos en los que se sustenta la actuación de una persona pública… los actores políticos mercadotécnicos dependen del dinero que invierten en publicidad e imagen. Por eso la política-espectáculo es inusualmente costosa y en ella no gana el mejor, sino el que dispone de la mayor cantidad dinero. Consecuentemente, la política se degrada, queda sometida a los mecanismos legales e ilegales para allegarse fondos, limpios o mal habidos, y a los dictados de los proveedores de recursos económicos a los políticos”.

 

X: @JavierBrownC