Una breve historia de la democracia mexicana

Octubre 2022

María Elena Álvarez de Vicencio

La Nación

El avance de la democracia en México tuvo un camino complicado, pero con un final casi feliz, lo cual no quiere decir que no existan riesgos de que esto pueda retroceder si el actual sistema decide eliminar riesgos inconvenientes para sus propios proyectos.

Las democracias siempre están en riesgo ante los intereses particulares, por eso es necesario que los panistas recordemos nuestra historia y estemos alertas, para lograr que no se retroceda en los avances que se lograron con el esfuerzo de tantos mexicanos.

Los cambios se impulsaron con la fundación del PAN, partido que empezó a exigir que se aplicaran prácticas que entonces eran difíciles de aceptar. Recordemos que sólo existía el partido oficial y dos partidos paleros que seguían órdenes “superiores”, eran el PARM y el PPS. Para cada elección se les asignaban algunas diputaciones para asegurar su lealtad. Los líderes de izquierda que luchaban por la democratización estaban encarcelados, en sus tácticas, era usada la violencia.

Para cada proceso electoral se elaboraba un nuevo “padrón”, el cual era la guía para que en las casillas se pudiera registrar la votación ciudadana, quien no aparecía en esa lista no podría votar. En la lista aparecían todos los empleados públicos, los cuales eran aleccionados para que no dejaran de hacerlo si querían conservar su empleo.

En ese “padrón” se omitía a todos los ciudadanos que ya eran conocidos como opositores o se les incluía en el padrón electoral de casillas muy lejanas a su domicilio o también en otras ciudades. El propósito era evitar los votos que no apoyaran al partido oficial.

Los panistas nos dedicábamos a revisar el padrón casa por casa, anotando las irregularidades que encontrábamos, por ejemplo: un domicilio con 20 personas registradas era un terreno baldío; en una modesta casa sola habían registrado a 15 personas. También sucedía que en los domicilios de los ciudadanos que ya eran identificados como panistas no existían habitantes.

Con la información que se obtenía de los distritos, los dirigentes panistas presentaban las irregularidades a la Secretaría de Gobernación sin que se recibiera ninguna respuesta. El resultado era que, al revisar las actas electorales, todos esos nombres sí habían depositado su voto.

Una empleada del gobierno nos relató lo que sucedió en sus oficinas la víspera de las elecciones: “Llegaron unos señores con grandes perros que causaban miedo, olfateando, y nos dijeron: llévense todos los objetos personales que tengan en su escritorio, porque si mañana no gana el PRI, el lunes, ustedes ya no tendrán su empleo. Piénsenlo bien a la hora de votar”. Esa empleada era panista y con lágrimas en los ojos nos dijo: tuve que votar por el PRI.

Otra forma de hacer el fraude electoral era la alteración de las actas de cada casilla. El representante panista con su exigencia lograba obtener copia del acta, pero a la hora de hacer el cómputo los funcionarios las alteraban, si el total decía 127 le corregían a 1,127.

El Colegio Electoral era la ocasión que tenían los diputados del PAN para exponer todas las irregularidades. Se mostraban actas falsas, abundantes boletas electorales encontradas en basureros, sin embargo, la mayoría aprobaba la pregunta de “suficientemente discutido” y se eliminaban las fundadas reclamaciones con el voto en contera.

 

La nación