México tiene que cambiar

Abril 2024

María Elena Álvarez de Vicencio

La Nación

El estilo de vida que llevaban las mujeres hace más de medio siglo era diferente al actual. En esa época se casaban muy jóvenes y tenían todos los hijos que Dios mandara. La educación primaria era el mayor grado al que podían aspirar y no todas las mujeres la alcanzaban. La meta de la mayoría femenina era el matrimonio y para lograrlo muchos de los padres escogían al esposo para sus hijas y los matrimonios se daban entre los 15 y 20 años. Al recordar esta realidad no podemos decir que “todo tiempo pasado fue mejor para las mujeres”.

La historia de la humanidad nos enseña que la mujer ha sido a lo largo de los tiempos el grupo social más discriminado. Hasta que se establecieron los derechos sociales en las Constituciones del mundo, las mujeres que lo deseaban lograron ingresar a estudiar y pudieron conquistar sus derechos.

El razonamiento de los economistas, cuando las mujeres empezaron a desempeñar trabajos remunerados y ganaban menos que los hombres por el mismo trabajo, era que ganaban menos porque no se merecían más y muchos opinaban que debían dejar su trabajo profesional para procrear.

Nuestra Constitución Mexicana, a partir del 31 de diciembre de 1974, reconoció en su artículo 49 la igualdad jurídica entre el hombre y la mujer, con lo cual se estableció la obligación del Estado Mexicano de garantizar dicha igualdad en el trabajo, la educación y en la participación política.

El Diccionario Jurídico de la Facultad de Derecho define la igualdad en el derecho del trabajo como aquella facultad que tienen todas las personas que aspiran o prestan un trabajo personal subordinado a ser tratados en la misma forma, sin sufrir ninguna discriminación motivada por origen étnico, género, edad, discapacidades, condición social o de salud, religión, preferencias sexuales, estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana.

En relación con el género, en 2022, el ingreso trimestral promedio de los hombres fue de 29 mil pesos y el de las mujeres de 19 mil pesos, es decir, 10 mil pesos menos al trimestre a pesar de que ambos tuvieran los mismos estudios y experiencia.

En muchas ciudades queda la persistencia de una desigualdad real de las mujeres que vulnera sus derechos como personas, tanto en el trabajo remunerado como en el desempeño social y político. Sin embargo, nuestras leyes ya contemplan la obligación de mantener para ellas la igualdad de derechos y oportunidades tanto como los de los hombres. Todos y todas debemos luchar para que esto sea una realidad.

La lucha por la paridad de género en las candidaturas para el desempeño de los cargos públicos no ha tenido todo el éxito deseado. Las decisiones al elegir los cargos todavía privilegian a los varones y las oportunidades para las mujeres se presentan para los empleos de menor importancia, sin embargo, cada vez se logran avances y se espera que en la próxima contienda los avances sean más significativos.

No es un avance menor el hecho de que la máxima autoridad de la nación se deposite en una mujer, pero no es suficiente, esperamos que cada vez más mujeres ocupen cargos de gobierno en nuestro país.

El hecho de que el próximo gobierno nacional de nuestro país va a ser desempeñado por una mujer, nos hace esperar cambios muy significativos. Se espera que logre borrar las desigualdades que existen en nuestro país, en donde pocos tienen mucho y la mayoría sufre carencias. La sensibilidad femenina impulsará los cambios que por largo tiempo se han esperado y que sólo desde el gobierno nacional podrán ser realizados.

Esperamos que el nuevo gobierno borre las desigualdades de varios lugares en nuestro país, en donde el analfabetismo es numeroso, la alimentación no es la adecuada para el bienestar, la salud no es debidamente atendida y la vivienda no está al nivel que la dignidad de las personas requiere.

 

María Elena Álvarez de Vicencio es Directora del Centro de Estudios para la Mujer Blanca Magras si y Consejera Nacional del PAN.

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