El régimen que viene

Junio 2024

Fernando Rodríguez Doval

La Nación

En la ciencia política, se entiende por régimen al conjunto de instituciones, leyes y reglas (formales e informales) que existen para administrar el poder político en un Estado.

En los últimos cien años hemos tenido en México básicamente dos regímenes políticos. El primero surgió después de la Revolución. Aunque formalmente era un régimen democrático, en los hechos se configuró como profundamente autoritario. Era un régimen en el cual el poder estaba concentrado en la figura del presidente de la República, quien dominaba no solamente el Poder Ejecutivo, sino también el Legislativo y el Judicial. Era un régimen nominalmente federal, pero en la práctica funcionaba de forma centralista, ya que el presidente tenía control sobre cualquier estado y municipio. En ese régimen, la oposición era tolerada siempre y cuando no desafiara la existencia misma del régimen. Existía un partido hegemónico que se confundía con el gobierno. Aunque el presidente era todopoderoso durante su sexenio, no podía reelegirse ni gobernar por interpósita persona, por lo que se retiraba de la escena pública al terminar su gobierno.

Varios acontecimientos, externos e internos, obligaron a que ese régimen se democratizara de forma lenta y paulatina. Quizá el momento crítico fueron las elecciones presidenciales de 1988: después de ellas, ya no era posible que las cosas continuaran igual, por lo que se llevaron a cabo un conjunto de reformas que dieron paso a un nuevo régimen.

Este nuevo régimen que surgió tras la transición fue un régimen plenamente democrático, en donde el poder estaba dividido. Los presidentes entre 1994 y 2018 tuvieron que cogobernar con una oposición que tuvo mayoría legislativa. Así, el Congreso y el Poder Judicial fueron protagonistas de un poder compartido. Aparecieron órganos constitucionales autónomos que administraban algún espacio de poder que se caracterizaba por su especialización técnica o su capacidad regulatoria entre posibles jugadores en conflicto. Se vivió un Federalismo vigoroso donde estados y municipios ejercieron plenamente sus facultades y atribuciones.

Por supuesto que este régimen no era perfecto. Fruto de los acuerdos entre distintos partidos que participaron en la transición, este régimen fue permisivo con la corrupción, si bien es cierto que se aprobaron reformas importantes en materia de transparencia y rendición de cuentas.

A partir de 2018, Andrés Manuel López Obrador ha pretendido construir un nuevo régimen político. Incluso lo ha bautizado con el peregrino nombre de “la cuarta transformación”. Un régimen muy parecido al posrevolucionario, con un presidente autoritario que concentra el poder y un partido que aspira a la hegemonía. Pero con dos diferencias sustanciales: por un lado, el poder e influencia del presidente no pretende terminar con su gobierno; nadie duda que López Obrador seguirá siendo “el hombre fuerte” de México una vez que concluya su mandato. Por otro lado, este nuevo régimen tiene una carga ideológica de la que carecía el régimen posrevolucionario, y que está relacionada con una cosmovisión profundamente estatista y proclive al socialismo bolivariano.

Los resultados electorales del pasado 2 de junio apuntalaron las intenciones obradoristas. El régimen que viene será autoritario, hegemónico, ideologizado y con un “hombre fuerte” tras bambalinas. Al menos esa es la intención. De consumarse, sería un ordenamiento inédito en la vida política de México. Por eso mismo, quizá, no es un hecho que pueda ser una realidad.

¿Qué es lo que puede evitar que este nuevo régimen se consolide? Primero, una opción que hoy se ve remota: la negativa de Claudia Sheinbaum a jugar estas reglas. Segundo, una alternativa que podemos esperar con moderado optimismo: la movilización ciudadana para defender la democracia.

Los ganadores de la elección piensan que el pueblo de México les otorgó un cheque en blanco. La realidad es que quien hoy es mayoría mañana puede ser minoría y viceversa. Los electores no están casados con ninguna opción política y se han vuelto cada vez más críticos y sofisticados. Construir un nuevo régimen autoritario no será algo sencillo. A pesar de todo, hay motivos para la esperanza.

 

Fernando Rodríguez Doval es Secretario de Estudios y Análisis Estratégico del CEN del PAN.

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