Trabajar para el pueblo, no para nuestro bolsillo

Junio 2015

Maricarmen Rizo

La Nación

Por Héctor Larios Córdova Miguel Hernández Labastida nació el 5 de septiembre de 1935 en Veracruz. Se casó con Ana María Meixueiro, con quien formó una familia de siete hijos. Don Miguel vivió en un pequeño pueblito de Chihuahua colindante con Columbus, Nuevo México llamado Palomas. Estuvo allá de los nueve años de edad hasta los 18, en ese tiempo estudió la primaria en Columbus y la High-School en Denim; de joven trabajó en una tienda de abarrotes cargando costales de maíz y frijol. El dueño de esa tienda era don Juan Montoya, quien tenía la grata fortuna de recibir en su domicilio la revista La Nación. De acuerdo a la charla con don Miguel, él se aprovechaba de esa oportunidad y leía de la primera a la última palabra publicada en la revista. La influencia que Juan Montoya generó en Miguel Hernández fue suficiente como para que éste decidiera ingresar a Acción Nacional desde el 1 de septiembre de 1954. Su trayectoria en Acción Nacional “Antes se les rogaba a las personas para que fueran candidatos, bueno no rogar, sino pedir. Yo decliné dos veces. Había que invertirle naturalmente tiempo, dinero y esfuerzo. Uno tenía que trabajar aparte para mantenerse”. Durante 20 años, don Miguel trabajó como Contador, Contralor y Gerente Administrativo de la empresa “Química Hércules”, en donde obtuvo respaldo para combinar sus funciones como empleado, candidato y posteriormente diputado. Lo mismo logró mientras trabajó como Director General Adjunto de Gobierno de la empresa “Vidrio Plano” (VITRO). “Llegaba a las 8 de la mañana a la oficina en la iniciativa privada, salía a las 11 con rumbo a la Cámara de Diputados, regresaba a las 4 de la sesión  y otra vez a la oficina. En la noche me iba al Partido. Eran 14 horas diarias de trabajo político-empresarial”. Cabe hacer mención que ese lapso de tiempo transcurrió entre 1960 y 1980, décadas que vieron nacer y extinguirse a las XLV, XLVI y LI Legislaturas, en las cuales, quienes las integraron, prácticamente no cobraban un sueldo. Por eso, era necesario tener el ingreso garantizado desempeñando otro tipo de funciones. “Comencé ganando algo así como mil pesos mensuales, luego 6 mil y terminé en 20 mil, las primeras legislaturas. Lo más alto fue 46 mil o 64 mil. Ahora ya se elevó. No estoy en contra, si hacen buen uso de ello porque una de mis propuestas en la Asamblea Legislativa fue la de crear las “Casas de Atención Ciudadana”; para ello, había que destinar recursos, los obtenías de las aportaciones de los ciudadanos a través de los impuestos, y regresaban a través de gestiones de servicios a manos de ellos mismos. Recuerdo que en algún momento nos reunimos Martí Batres, Manuel Aguilera y yo (PRD, PRI y PAN); ellos me decían: Miguelito ¿Qué hacemos? Y les contestaba: esto, esto y esto. Pero era idea de los tres, no quiero apropiarme de ninguna. Coincidimos en muchas cosas”. Don Miguel trabajaba de 12 a 14 horas diarias. Su dedicación lo llevó a ser cuatro veces Diputado Federal y dos veces Diputado en la Asamblea Legislativa, además fue Presidente del Comité Directivo Regional del PAN en el Distrito Federal (1981–1987), integrante de la Comisión de Orden Nacional (1993-1995) y Consejero Nacional de 1974 hasta la fecha, pues es Consejero Vitalicio. También fue Secretario Nacional de Organización en el CEN. “Dividí la República en cinco zonas y designé a un responsable para cada una. Esto para evitar tiempo y esfuerzo en tener que ir a cada parte del país. La función de ellos y la mía, principalmente, era la de velar por la existencia del PAN y la promoción de nuestros postulados. Queríamos crecer, pero necesitábamos ser muy insidiosos en la invitación que le hacíamos a las personas para que se decidieran a ingresar al Partido Acción Nacional”. A las futuras generaciones Don Miguel Hernández Labastida recomienda a los jóvenes panistas leer todos los documentos del PAN, los de don Manuel, de don Efraín, los documentos básicos del Partido, en donde están los principios de doctrina. Otro consejo que les da es que trabajen para el pueblo, no para su bolsillo. “Tenemos que hacer valer los postulados del Partido en nuestra vida, tenemos que ser testimonio de lo que creemos, con los que vivimos. No sólo es político, que además son los valores universales”.