El PAN y la segunda transición

Marzo 2022

Fernando Rodríguez Doval

La Nación

Pocos dudan ya de que el próximo gobierno tendrá que ser de reconstrucción nacional. En efecto, es tal la cantidad de destrucción –en materia económica, de relaciones internacionales, de instituciones, de órganos constitucionales autónomos, de programas exitosos…— que ha llevado a cabo Andrés Manuel López Obrador, que el siguiente presidente se verá obligado a trabajar en medio de ruinas. Para ello necesitará muy amplios consensos y mucho sentido común.

Suele afirmarse que las épocas de crisis lo son también de oportunidades. Probablemente, ésta no sea la excepción. Ante el caos que se vive actualmente en México, puede haber llegado el momento de llevar a cabo una segunda transición.

Sabido es que México padeció durante gran parte del siglo XX de un régimen profundamente autoritario. En el hiperpresidencialismo mexicano, el poder estaba concentrado omnímodamente en el Jefe del Ejecutivo, el cual gozaba de atribuciones constitucionales y metaconstitucionales: imperaba sobre los demás poderes, ponía y quitaba gobernadores, era el jefe real de su partido –que era, a su vez, hegemónico—, y además controlaba su propia sucesión. Ese régimen tenía un discurso ideológico: se asumía como el heredero de la Revolución Mexicana, por lo que su naturaleza respondía a una especie de fatalidad histórica. En ese régimen, por cierto, se formó Andrés Manuel López Obrador.

El autoritarismo mexicano fue, de esta forma, distinto a otros. No había un dictador, sino un sistema de dictadura sexenal e institucional, no personal. Por lo tanto, la transición hacia la democracia fue larga y gradual. No se produjo tras la muerte de un gobernante o la caída de un muro, sino con la paulatina construcción de condiciones que permitieran la competitividad electoral en un país cada vez más plural.

Este carácter particular de la transición mexicana generó insuficiencias. No parió un nuevo régimen como tal, sino que se limitó, en buena medida, al ámbito de lo electoral. Las correlaciones de fuerzas parlamentarias impidieron cambios a fondo, a pesar de que los avances fueron indudables, como el diseño de innumerables órganos constitucionales autónomos que dispersaron saludablemente el otrora poder presidencial. Pero la insatisfacción en amplias capas de la sociedad persistió, agravada por la violencia del crimen organizado, la corrupción y, además, la falta de una narrativa por parte de quienes la protagonizaron.

Esto fue aprovechado por el gran impugnador y contestatario de la transición a la democracia: Andrés Manuel López Obrador. Priista de la vieja escuela, fanatizado en el nacionalismo revolucionario y la historia oficial, López Obrador ha asumido como propia la tarea de restaurar al viejo régimen hiperpresidencial. Su “Cuarta Transformación” en el fondo es eso: una añoranza del pasado presidencialista, del México donde no había contrapesos que limitaran a hombres supuestamente providenciales y con una tarea revolucionaria por cumplir.

Nos encontramos, pues, ante la resurrección del autoritarismo mexicano. Se torna necesaria, entonces, una segunda transición. Nuevamente es necesario un proceso para construir un régimen de libertades, un régimen republicano y de separación de poderes, un régimen que deje de lado modas ideológicas políticamente correctas y que se asuma como una auténtica democracia liberal.

Y hoy, como ayer, es el Partido Acción Nacional el que está llamado a encabezar esa transición.

El PAN debe articular a todos los demócratas que observan con pánico lo que está ocurriendo en el país. Debe buscar a los mejores perfiles, dejar las lógicas internas y proyectarse social y ciudadanamente. Y, en medio de la creciente pluralidad política, defender con ahínco y apertura su identidad doctrinal e ideológica.

En los años noventa, Carlos Castillo Peraza hablaba de la victoria cultural de Acción Nacional, cuando logró que sus ideas se volvieran comunes para la mayoría de los mexicanos. Ante la segunda transición que se avecina, el PAN debe volver a ganar la batalla cultural. Debe enfrentarla sin complejos, con valentía, con generosidad. Hoy, como ayer, el PAN es clave para la democracia mexicana.

 

Fernando Rodríguez Doval es Secretario de Estudios y Análisis Estratégico del CEN del PAN.

Twitter: @ferdoval

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