Ucrania: su crisis

Diciembre 2021

Julio Faesler Carlisle

La Nación

La intención de Vladimir Putin, presidente de Rusia, es clara. La desaparición de la Unión Soviética en 1991 fue más que la muerte del gran experimento socialista que inflamó las consciencias juveniles del siglo XX. Dejó el escenario mundial con sólo dos potencias hegemónicas contrapuestas: Estados Unidos y China.

Tan europea como asiática, Rusia, siempre ha estado presente en la política europea. Napoleón Bonaparte quiso domarla y la invadió en 1812 y Hitler repitió el error en 1944, ambos sufrieron crueles derrotas.

Las glorias pasadas de la Rusia de los Zares retozan en la ambición de Putin que, como muchos otros rusos, lloran la caída del muro de Berlín y el ocaso de la invencible URSS, cuya pesada burocracia soviética sucumbió bajo la Perestroika y Glasnost de Gorbachov, y con ella el gran experimento comunista.

Hay similitudes con China. Ambos países adoptaron el esquema comunista de Marx y Lenin, pero después de sufrir sus limitaciones forjaron sus propias fórmulas. Retuvieron membretes, pero sumaron ingredientes capitalistas y así adaptadas emprendieron el camino del engrandecimiento.

Para China se trató de rediseñar su milenaria cultura de Confucio, que la había hecho el país más desarrollado del mundo antes de la Revolución Industrial, para ahora cobrar revancha por las humillaciones que después sufrió de los inescrupulosos europeos.

Para Rusia es la hora de restaurar el esplendor y respeto que irradió bajo los zares antes de 1917 y recobrar el invencible peso de la URSS. Para ello, restaura sus fuerzas para incidir en los asuntos mundiales. La cultura eslava es un elemento que la unifica con Rusia.

Recobrar Ucrania, parte de la Rusia histórica, es después de Crimea, la siguiente estratégica recuperación.

Ucrania es un centro industrial de 44 millones de habitantes, en donde se encuentra una importante base naval con salida al Mediterráneo por el Mar Negro. El país es de gran importancia estratégica. El conflicto separatista en la región oriental, conocida como Dombas, brotó después de que Rusia tranquilamente se anexó Crimea en abril 2014, sin un solo tiro. El hecho no ha sido reconocido por el occidente.

La población que simpatiza con Rusia está en la parte occidental y, en la capital Kiev, el presidente pro-Moscú fue derrocado por las protestas populares.

La inquietud crece cada vez más y Estados Unidos y Europa acusan a Rusia no sólo por apoyar a los rebeldes, sino de crudas amenazas militares que podrían llevar a una guerra formal.

Desde aquel 2014 ha habido constantes enfrentamientos entre las partes. Algunas derrotas de los rebeldes facilitaron el Acuerdo de Minsk en febrero de 2015 y Kiev aceptó reconocer un territorio a los rebeldes, así como elecciones locales para funcionarios y legisladores.

Esto no impidió que Estados Unidos y la Unión Europea repitieran sanciones consistentes en no transferencias de tecnología y el bloqueo de acceso de Rusia a mercados de capitales globales.

El Kremlin dice que no variará su política ucraniana y bloquea la importación de alimentos. Su apoyo a los rebeldes separatistas llega al grado de otorgar ciudadanía a 600 mil ucranianos orientales. Sigue concentrando tropas en su frontera y advierte que en caso de violencia podría intervenir para proteger a civiles, pero según Kiev los separatistas realizan ataques a lo largo de una línea de control.

Los Estados Unidos han dado asistencia política, financiera y militar a Ucrania y realiza ensayos militares. Ucrania denuncia tropas rusas en la frontera y pide adherirse a la OTAN para protegerse contra la amenaza rusa. El problema se profundiza y Biden aumenta sanciones contra Rusia.

El empeño de Putin es situar a Rusia al mismo nivel de importancia mundial que Estados Unidos y China. Al igual que el dictador norcoreano hace con sus temibles misiles intercontinentales, Rusia reclama su lugar al lado de los dos países que ahora dominan el tablero. El asunto aparentemente regional afecta delicados equilibrios en el equilibrio político mundial.

Hay en Ucrania muchos argumentos históricos que la identifican con sus raíces rusas. El asunto divide al país y desde luego el peso económico de Ucrania, y su ubicación en el costado occidental de la federación Rusia, frontera con Polonia y el occidente, renueva tensiones seculares.

Se menciona el peligro de una guerra de gran dimensión. Washington afirma detectar 175 mil soldados rusos. Hay miles de ojivas nucleares en los arsenales de más de una docena de países, salvo en América Latina, gracias a don Alfonso García Robles. Después de Hiroshima y Nagasaki hay general consciencia de evitar su uso. Ello no impediría un conflicto en los bordes ucranianos, ampliamente armada con elementos que Estados Unidos le ha venido aportando desde hace años.

Una Rusia vigorizada aparecería como un inesperado factor de tomarse en cuenta y la conversación en estos días entre Biden y Putin no pondría un punto final a la crisis.

México preside este mes de diciembre el Consejo de Seguridad de la ONU. Aunque nos encontramos en el brazo occidental de la balanza, hay que favorecer un consenso ucraniano de largo plazo. La difícil coyuntura que vive Ucrania muestra que practicar la Democracia va más allá de los intereses electorales del momento.

 

Julio Faesler Carlisle es integrante del Consejo de Plumas Azules.

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