Vigencia de los Principios de Doctrina de Acción Nacional

Diciembre 2021

Javier Brown César

La Nación

Acción Nacional es hoy el único partido que tiene principios y que, como las personas de principios, lucha por la integridad, la claridad, la pulcritud, el profesionalismo y la auténtica honestidad en la vida pública.

La doctrina es un conjunto de proposiciones principales, torales, fundamentales que pueden ser fácilmente enseñadas y transmitidas. Esta enseñanza de la doctrina es, ante todo, vivencia diaria, encarnación personal, transmisión entre generaciones de un estilo de vida, de una forma de ser que es lo que constituye al panismo; esa camaradería castrense que se caracteriza por su espíritu solidario y su entrega patriótica.

La doctrina y la militancia son la esencia de Acción Nacional. Para nosotros ganar o no una elección no define nuestro destino, nuestro destino lo determina una militancia activa y una doctrina siempre viva.

Nuestra doctrina tiene además un hermoso nombre: humanismo político, acta de bautizo legada a la posteridad por el gran Efraín González Luna. El humanismo político somete al Estado y a la política a la persona. Es el Estado para la persona, es la política para la persona y esta afirmación es hoy capital crucial. La base de nuestra rica doctrina es el respeto y el reconocimiento de la eminente dignidad de la persona humana.

La persona tiene un valor absoluto, es fuente de irradiación de todos los valores y es la generadora de sentido. En la persona se da la conciencia de un pasado y el hecho único de que la vida, como proyecto, está abierta al futuro. La persona es un ser que vive la indeterminación en el actuar, no tiene un programa predeterminado, no está obligada a tener un destino específico. Su vida, su destino y su futuro están por hacerse, en el día a día, son una opción individual, una realización personal.

Este milenio, como otros que se han caracterizado por su violencia e indolencia, incurre de nuevo en el olvido histórico de la dignidad humana. Hoy, los gobiernos populistas y los autoritarismos de viejo cuño niegan la humana dignidad, basan su óptica política en una visión maniquea de la realidad, una realidad en la que hay personas que son más que otras.

Esta lógica criminal se suma a la indolencia que hoy nos aqueja, a la falta de empatía con la causa de otras personas, a esta asepsia ante el dolor humano que debería ofendernos y golpearnos directamente a la cara. Hoy más que nunca, la urgencia humanista de nuestra doctrina nos hace más vigentes, más actuales, porque somos el partido que, ante el embate autoritario populista, propone un Estado convertido en oferta de libertad, de prosperidad.

En este mundo herido por la gran pandemia, la libertad humana está en riesgo ante la tensión y la tentación de dar seguridad a costa de las libertades. Hoy, la lucha por defender los derechos y la dignidad de las personas es más vital que nunca ante nuevas sociedades de control, nuevas individualidades aisladas, nuevas ínsulas humanas que no se comunican entre sí. La solidaridad, tan necesaria para un mundo conmocionado, está dando paso a la solitariedad.

El ser humano nace en la peor indefensión, carente de todo, necesitado de todo. Para la persona, no existe otra vía de perfeccionamiento que el encuentro con otra persona, esto es el auténtico reconocimiento, un darse cuenta de que el otro, la otra, es como yo, y darse cuenta de que sólo a partir de la convivencia con otras personas podemos aspirar a la perfección. De ahí que afirmemos de forma contundente: “No pueden subsistir ni perfeccionarse los valores humanos si se agota o decae la colectividad, ni ésta puede vivir si se niegan los valores personales”.

Solidariamente estamos obligados a coordinar nuestros esfuerzos para hacer que México sea cada vez más grande. Solidariamente nos vemos ante el reto diario de convivir con civilidad, como base de una cultura política respetuosa de la ley, promotora de libertades y garante de los derechos humanos.

Este mundo mejor sólo puede darse si se eleva la condición de las personas, si se respeta de forma incondicional la dignidad humana, si se respetan los derechos de todas y todos, y si se garantiza la igualdad de oportunidades para cada persona, con base en un Estado auténticamente subsidiario. En el Estado subsidiario, cada forma de comunidad cumple sus funciones propias, específicas. El Estado subsidiario es una oferta de libertad y por eso se alía con el régimen democrático para que la vida de cada ser humano sea cada día mejor y más digna.

La subsidiariedad, en estos tiempos de populismo paternalista, es urgente, porque es el único principio que garantiza libertad, en lugar de esclavitud, claridad en lugar de opacidad, y limpieza en lugar del coyotaje, y de las inmundas redes clientelares que hoy están revitalizadas gracias a una política de dádiva que busca lealtades incondicionales y sumisiones lamentables.

Sin solidaridad y sin subsidiariedad el bien común se convierte en una ficción filosófica, en una bella teoría, en un ideal inalcanzable. El bien común es además la base y sustento de los Estados nacionales. No es la seguridad, no es la soberanía, no es el orden, la razón de ser de una comunidad política en gran formato, como lo es el Estado; no es el bien de las mayorías ni la prosperidad de los pocos lo que legitima al Estado, sino el bien que es de todas y todos.

Por ello, el Estado es una agencia subordinada, un humilde instrumento más para la realización del bien común. En estos tiempos en los que se promueven ventajas particulares, en la que unos buscan prosperar a costa de otros, en el que la desigualdad es la base de la prosperidad de los menos, el bien común es el principio central de la acción política. La arquitectura del bien común es la tarea irrenunciable de quien hoy gobierna esta gran nación, su incumplimiento lo deslegitima como gobernante.

Esta es la doctrina de Acción Nacional, eje del pensamiento y la acción, guía luminosa para el trabajo político y apuesta imperativa para hacer de México la patria ordenada y generosa con la que soñaron nuestras fundadoras y fundadores.

 

Twitter: @JavierBrownC

La nación