Manuel Gómez Morin: lecciones de un liderazgo

Septiembre 2023

Javier Brown César

La Nación

Para ser líder hay que aprender de los ejemplos de los grandes liderazgos históricos, de esos que en Acción Nacional abundan. Manuel Gómez Morin, nuestro insigne fundador, fue un líder con proyección nacional e internacional. Su vida es un ejemplo para quienes quieran forjarse en la ardua tarea de inspirar y conducir los destinos de otras personas.

Para ser líder hay que superar grandes adversidades. La adversidad golpeó frontalmente al oriundo de Batopilas aún antes de cumplir un año de edad. La muerte del padre significó un dolor profundo para la nueva familia. Este tipo de dolor es al que Gómez Morin llamó inevitable: no se puede explicar racionalmente, supera nuestra capacidad de comprensión.

El obstáculo de la pérdida del padre fue uno de los muchos que tuvo que superar. Su vida temprana transcurrió en medio de los horrores de la guerra revolucionaria, de los apetitos desbocados de caudillos sedientos de poder. Llegó a la Ciudad de México en 1913, en pleno fervor y efervescencia revolucionarias. Sus primeros trabajos y proyectos se dieron en medio de enormes dificultades. Basta con mencionar el Banco de México, para constatar la frustración que vivió cuando una institución de interés nacional fue usada para fines privados.

Para ser líder hay que ser constante. Los obstáculos que enfrentó Gómez Morin fueron considerables: en el gobierno fue comisionado como agente financiero en Nueva York, sin recibir instrucciones claras y precisas sobre su encomienda, la cual concluyó en medio de enormes frustraciones. Su rectorado en la Universidad se vio obstaculizado por la repentina sequía de recursos presupuestales, ante la cual tuvo que adoptar una política de austeridad y trabajo que llevó finalmente a la solvencia económica y a la plena autonomía universitaria.

Gracias a su liderazgo, un nutrido grupo de universitarios se unió al Maestro en el arduo esfuerzo por crear el nuevo partido político. Igualmente ardua fue la trayectoria que siguió, desde la década de los veinte, para crear al PAN, proyecto que se vio nublado por la campaña electoral de 1929, pero que, con la ayuda indiscutible de Efraín González Luna y otras personas ilustres llevó al acto fundacional en el Frontón México.

Para ser líder hay que prepararse. El pequeño e inquieto huérfano dejó su pueblo natal, Mineral de Batopilas, para nunca volver. Su éxodo fue motivado, en buena medida, por sus tempranas inquietudes intelectuales. Esto llevó a su madre, Concepción Morin del Avellano a emprender una titánica travesía que pasó por Parral, su pueblo natal, para llegar a Chihuahua, luego a León y finalmente a México. Las inquietudes intelectuales del pequeño lo llevaron al Ateneo de la Juventud, un movimiento que cambió el rostro cultural de México y en el que conoció a insignes filósofos como Antonio Caso y José Vasconcelos. La incursión en la vida cultural, artística y literaria de México fue acorde con su talento y capacidades: ya desde 1914 demostró su vena de poeta cuando escribió, con motivo de la invasión al Puerto de Veracruz: “lánzate a pelear: que los cañones publiquen con su voz fuerte y tronante que aún existen los buenos mexicanos y que entre ellos se encuentra el estudiante”. Como Platón, comenzó en la poesía para después incursionar en el género del ensayo, con obras vitales como 1915, y luego consolidarse como un orador eminente y un maestro del género epistolar.

Gómez Morin fue, a lo largo de toda su vida, un disciplinado lector y un aprendiz permanente. Su vasta biblioteca da cuenta de sus múltiples y variadas inquietudes intelectuales. Basta tomar un volumen de su extensa colección de libros para encontrar notas del oriundo de Batopilas. Su titánica correspondencia ha sido publicada parcialmente, queda mucho por conocer.

Para ser líder hay que relacionarse con personas que destaquen por sus capacidades y talentos. Aristóteles distinguió tres tipos de amistad: por utilidad, por placer y por virtud. De ellas, sólo la última es durable, porque se basa en dar lo mejor de uno a los demás. Este es el tipo de amistad que forjó Gómez Morin: buscó siempre mujeres y hombres con distinguidas capacidades y talentos, que nutrían su vida y permitían construir un ámbito de encuentro en el que amigas y amigos descubren algo del mundo que no descubrirían solos.

Desde muy joven Gómez Morin tuvo una intensa amistad con un grande de México: José Vasconcelos, insigne filósofo y educador. Con otros seis amigos, conformó el grupo conocido como “Los Siete Sabios”. Sus amigos sabios fueron: Teófilo Olea y Leyva, un ministro de la Corte; Vicente Lombardo Toledano, un distinguido representante de la intelectualidad de izquierda y fundador del Partido Popular Socialista; Alfonso Caso, hermano menor de Antonio y distinguido arqueólogo; Antonio Castro Leal, distinguido diplomático; Alberto Vázquez del Mercado, bibliófilo y abogado; y Jesús Moreno Baca, un gran gestor cultural.

Quien aspira a ser líder debe rodearse de personas que complementen sus talentos, capacidades y habilidades. Uno conoce el tamaño del líder a partir del tamaño de las personas de las que se rodea: dime quienes son tus asesores y te diré que tan alto llegarás. Este esquema lo vimos en la fundación del PAN, en la que participaron distinguidas mujeres y hombres y que contó con una primera generación de grandes panistas: Efraín González Luna, Miguel Estrada Iturbide o Rafael Preciado Hernández por poner sólo unos pocos ejemplos.

Para ser líder hay que pensar en el futuro. En el marco de la Sociedad de Conferencias y Conciertos, Gómez Morin pronunció, por ahí de 1916, la conferencia “Las instituciones democráticas modernas”. Hoy no nos extrañaría acudir a una plática con temática similar, pero en la época en la que fue pronunciada el mundo no era democrático y en América, Estados Unidos era la principal y casi única democracia de referencia. Los líderes ven cosas que no podemos ver, atisban horizontes inéditos, abren puertas hacia nuevas realidades, crean puentes donde no los había.

Esta extraña cualidad es el fiel reflejo de un estilo de vida. En 1917 escribía el artículo “La misión de la Universidad” en el que hablaba de una institución autónoma “con recursos que le proporcione el Gobierno de la Federación… libre en su régimen interior”. La chispa de genialidad se percibe en su ensayo 1915, en el cual bosqueja, 40 años antes, el método de la política pública que habría de desarrollar Harold Laswell. Este método basado en tres pasos es un logro indudable de una mente visionaria. Decía nuestro fundador: “Íntima unión de realidad (diagnóstico), propósito (diseño de la política) y procedimiento (implementación)… esto es lo que podemos entender usando la palabra técnica”.

 

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